Lizette Lugo
“DESHOJANDO MASCARILLAS”
El cambio y el movimiento son una constante en el Universo. En mi Isla de Boriké, en el verano del 2019, usar una mascarilla era mal visto por las autoridades policiacas y gubernamentales y a los que las usaban se les tildaba de revoltos@s y amotinad@s. Hoy día, en medio de la pandemia del coronavirus, usar mascarillas es obligatorio y símbolo de protección para el prójimo. Otra paradoja que nos presenta la vida.
Con ello en mente me lanzo a crear la mascarilla que me confirma que el arte es la gran protección, el pasaje para el viaje astronáutico interior, es el proceso meditativo más profundo que conozco, es el oficio de araña tejedora.
Convoco a la magia y pinto en mi mascarilla una Ceiba cuyas raíces protegen a los pulmones humanos tan vulnerables a la amenaza del virus. El cordón infinito del amor y la solidaridad, que representan las muñecas tomadas de la mano en mi obra, se vuelve el resguardo que me protege, pero también es el grito que protesta ante una realidad que pretende separarnos. Eso no lo acepto. Por lo que adorno mi mascarilla para no claudicar al miedo, al pesimismo, al dolor. La corona no le pertenece al virus, se vuelve collar ceremonial de hojas para transmutar la noche oscura del alma en la aurora radiante de un nuevo amanecer.
“DESHOJANDO MASCARILLAS”
El cambio y el movimiento son una constante en el Universo. En mi Isla de Boriké, en el verano del 2019, usar una mascarilla era mal visto por las autoridades policiacas y gubernamentales y a los que las usaban se les tildaba de revoltos@s y amotinad@s. Hoy día, en medio de la pandemia del coronavirus, usar mascarillas es obligatorio y símbolo de protección para el prójimo. Otra paradoja que nos presenta la vida.
Con ello en mente me lanzo a crear la mascarilla que me confirma que el arte es la gran protección, el pasaje para el viaje astronáutico interior, es el proceso meditativo más profundo que conozco, es el oficio de araña tejedora.
Convoco a la magia y pinto en mi mascarilla una Ceiba cuyas raíces protegen a los pulmones humanos tan vulnerables a la amenaza del virus. El cordón infinito del amor y la solidaridad, que representan las muñecas tomadas de la mano en mi obra, se vuelve el resguardo que me protege, pero también es el grito que protesta ante una realidad que pretende separarnos. Eso no lo acepto. Por lo que adorno mi mascarilla para no claudicar al miedo, al pesimismo, al dolor. La corona no le pertenece al virus, se vuelve collar ceremonial de hojas para transmutar la noche oscura del alma en la aurora radiante de un nuevo amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario