LA MASCARILLA... MI ÚNICA PROTECCIÓN
La mascarilla, en mi mundo, ha existido de manera consistente. Mi trabajo y mi salud la requieren. Siempre vi su utilización como sugerencia y no como obligación o deber. Igualmente, admito que la mayoría de las veces, no he respetado estas reglas de seguridad poniendo en riesgo mi salud a diario. Somos siempre fieles creyentes del ¨eso no me va a pasar a mi ¨. Yo padezco varias condiciones de salud. Las mismas han comprometido mi sistema inmunológico. Este estado de alerta de contagio, socialmente nuevo, no lo es para muchas personas. Existen muchas condiciones que debilitan y ponen en riesgo nuestra salud diariamente. Habemos personas que hemos tenido esta realidad por mucho tiempo. Lo llamado ahora grupos de alto riesgo de contagio, es nuestra vida real y diaria. Estamos en un tipo de cuarentena eterna.
La pandemia es un momento único, en el que, el resto del mundo se expone a lo que vive diariamente un gran sector de la sociedad. Este sector pasa desapercibido en la vida diaria de las personas saludables. Las enfermedades invisibles, para muchos, son eso mismo: invisibles, nada. Esta pandemia ha dejado al descubierto algo que realmente nunca ha estado oculto: la fragilidad de la vida.
No es algo importante hasta que algo los afecta, amenaza con afectarlos, o toca a un familiar cercano. Muchas personas prefieren vivir sus vidas enajenadas a estas enfermedades de otros. Tal vez lo hacen para no sufrir o simplemente por ser algo que no forma parte de su realidad. Cada mascarilla es hoy un símbolo visual de protección, de salud decadente y de la falta de información con deseo de combatir la incompetencia gubernamental impune. Debe, sin embargo ser, símbolo de empatía a los demás seres humanos. Debe mostrar que protegiéndose uno, protege a los demás. La vida, la enfermedad, la muerte no son escogidas. Sea a través de Dios, del destino, de alguna energía superior, estamos predestinados a recibir lo que nos toca. Lo cierto es que cada ser es importante. Esta vez, estamos en riesgo TODOS. Estamos en este mundo solamente de paso, en una vida que veíamos larga y que hoy podría ser efímera. Queda de nuestra parte decidir utilizar la mascarilla... nuestra única protección.
Mireidi Méndez-Falcón
La mascarilla, en mi mundo, ha existido de manera consistente. Mi trabajo y mi salud la requieren. Siempre vi su utilización como sugerencia y no como obligación o deber. Igualmente, admito que la mayoría de las veces, no he respetado estas reglas de seguridad poniendo en riesgo mi salud a diario. Somos siempre fieles creyentes del ¨eso no me va a pasar a mi ¨. Yo padezco varias condiciones de salud. Las mismas han comprometido mi sistema inmunológico. Este estado de alerta de contagio, socialmente nuevo, no lo es para muchas personas. Existen muchas condiciones que debilitan y ponen en riesgo nuestra salud diariamente. Habemos personas que hemos tenido esta realidad por mucho tiempo. Lo llamado ahora grupos de alto riesgo de contagio, es nuestra vida real y diaria. Estamos en un tipo de cuarentena eterna.
La pandemia es un momento único, en el que, el resto del mundo se expone a lo que vive diariamente un gran sector de la sociedad. Este sector pasa desapercibido en la vida diaria de las personas saludables. Las enfermedades invisibles, para muchos, son eso mismo: invisibles, nada. Esta pandemia ha dejado al descubierto algo que realmente nunca ha estado oculto: la fragilidad de la vida.
No es algo importante hasta que algo los afecta, amenaza con afectarlos, o toca a un familiar cercano. Muchas personas prefieren vivir sus vidas enajenadas a estas enfermedades de otros. Tal vez lo hacen para no sufrir o simplemente por ser algo que no forma parte de su realidad. Cada mascarilla es hoy un símbolo visual de protección, de salud decadente y de la falta de información con deseo de combatir la incompetencia gubernamental impune. Debe, sin embargo ser, símbolo de empatía a los demás seres humanos. Debe mostrar que protegiéndose uno, protege a los demás. La vida, la enfermedad, la muerte no son escogidas. Sea a través de Dios, del destino, de alguna energía superior, estamos predestinados a recibir lo que nos toca. Lo cierto es que cada ser es importante. Esta vez, estamos en riesgo TODOS. Estamos en este mundo solamente de paso, en una vida que veíamos larga y que hoy podría ser efímera. Queda de nuestra parte decidir utilizar la mascarilla... nuestra única protección.
Mireidi Méndez-Falcón
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